Nos hallamos en los días más fríos del invierno y, aunque nos parezca que dormimos más, -por algo estamos en la estación de la hibernación-, esta creencia no es cierta para la mayoría: tan sólo es que nos cuesta más levantarnos.
Durante esta época del año muchas personas sufren de depresión y de trastornos del sueño, los signos más evidentes del denominado por los especialistas Trastorno Afectivo Estacional. La falta de luz solar en esta estación suele ser la causa principal y, de hecho, los tratamientos incluyen muchas veces terapias de luz brillante, siempre bajo prescripción médica.
La luz solar nos hace estar despiertos y vigilantes. Si la luz natural escasea, o no es lo suficientemente brillante, tendemos a sentirnos somnolientos todo el día y llegada la hora del reposo nocturno nuestro cuerpo no siente la necesidad de ponerse en “modo off”. Es por ello que es recomendable exponerse a la mayor cantidad de luz solar por la mañana y reducir las luces artificiales al máximo a medida que se acerca la hora de acostarse.
Pero los días cortos y fríos también conllevan una serie de gestos que tampoco invitan al sueño reparador y que hay que corregir. Las comidas fuertes que ayudan a llevar mejor el frío no son aconsejables para la cena, a no ser que medien 3 o 4 horas que permitan hacer la digestión completa antes de ir a dormir. En caso contrario, una digestión pesada nos impedirá el sueño.
En cuanto a la temperatura del dormitorio, tendemos a caer en la tentación de poner la calefacción a más temperatura para “pasar calentitos la fría noche” y esto nos la puede arruinar. Es mejor dormir con varias capas finas de abrigo (mantas o edredones) que podamos ir quitándonos a medida que nuestro cuerpo se vaya aclimatando, que con una calefacción que, además, reseca el ambiente y puede llegar a hacernos respirar por la boca y a roncar. De todas formas, evitemos también el otro extremo: un dormitorio muy frío tampoco es el mejor aliciente para dormir así que mantengámoslo caldeado al menos mientras caemos en el sueño.
Otro tema es el ejercicio. La actividad física que tanto nos apetece en otras estaciones, no es nuestra mejor opción en invierno. La pereza que nos produce la falta de luz solar y el clima adverso invita a encerrarnos y al sedentarismo. Está comprobado que el ejercicio es un buen inductor del sueño y si nos mantenemos inactivos nuestro cuerpo entenderá que no nos ganamos el sueño, así que movámonos. Por otra parte, parece que esos “ataques de pereza” son más fuertes en los días festivos, incluso se diría que algunos hibernan los fines de semana y no se quitan el pijama hasta el lunes. Cuidado con esos maratones de sueño porque pueden poner en peligro el descanso de los días laborables.
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