La almohada es el elemento más personal de un equipo de descanso. Nos resistimos a deshacernos de las viejas almohadas con el argumento de que se han adaptado a nuestro sueño o se han amoldado a nuestra postura de dormir, e incluso nos la llevamos a todas partes. Si tú eres de los que viajas con ella, has de saber que no eres el primero ni serás el último, aunque te informamos que el último servicio que ofrecen los hoteles es el de carta de almohadas con un amplio catálogo para todos los gustos.
Pero centrémonos en la vida útil de una almohada. La duración de las propiedades de descanso de una almohada es mucho más corta que la de un colchón. Su estado “físico” es bastante evidente: salta a la vista y, si somos un poco despistados, nuestro cuello dará la voz de alarma. No obstante, la vida de la almohada varía dependiendo del material de su relleno. No es lo mismo una almohada de interior sintético, cuyas propiedades se mantienen 1 ó 2 años, que una almohada de plumas, que puede durar dos veces más si recibe los cuidados pertinentes.
Por poner un ejemplo, las almohadas de fibra son lavables, incluso en la lavadora, y su fecha de caducidad se aprecia si notamos que se vuelve dura o si pierde volumen y uniformidad y notamos “bolas”. Una magnifica prueba es doblar la almohada por la mitad y esperar a ver si vuelve a su estado natural. Si no lo hace… ¡Es hora de reemplazarla!
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